Hay lugares que esperan ser habitados, no solo por cuerpos, sino por ideas, emociones y miradas. 
Hay arquitecturas que se alzan como manifiestos, y otras —más silenciosas— que se dejan habitar como un susurro compartido. CROMA, reconocido como Mejor Solución Constructiva en la 35ª edición de los Concursos Pladur®, pertenece a esta segunda raíz: la de los espacios que, más que imponerse, saben escuchar y resonar con quienes los transitan.

Bajo el aparcamiento del Santuario de Aránzazu, entre hormigón y paisaje, se oculta uno de esos espacios latentes. 
CROMA nace como un refugio para lo inacabado. Un lugar que no impone formas, sino que las sugiere. Donde lo importante no es solo lo que se hace, sino cómo se convive mientras se hace. Un espacio donde el arte no se enseña: se contagia. 
CROMA no es solo un edificio para artistas: es un catalizador de encuentros. Cada aula, cada pasillo, cada rincón está pensado para el cruce de caminos, para la fricción fértil que ocurre cuando un poeta se encuentra con una bailarina, cuando un escultor escucha a un músico, cuando el silencio se convierte en partitura y la luz, en verso. El espacio se organiza en capas que dialogan entre sí. 
Las bandas laterales acogen la actividad disciplinar; las centrales, el encuentro y la conversación; las inferiores, el descanso y la intimidad. No se trata solo de resolver un programa funcional, sino de crear una atmósfera que favorezca la creación y la convivencia. La arquitectura se abre al paisaje y lo integra como materia sensible, inspiradora y viva. El uso de sistemas Pladur® no es anecdótico, sino estructural. Cada solución responde a una necesidad: el silencio, la luz, la flexibilidad, la protección. La técnica se convierte en aliada del pensamiento. Aquí, la materia no solo construye: 
CROMA no busca imponerse en el entorno. Busca resonar con él. Porque a veces, la mejor arquitectura no es la que se ve, sino la que se siente y se comparte.   

Atendiendo a los requerimientos de los residentes, se disponen distintas aulas destinadas a diversas disciplinas artísticas, fomentando la comunicación entre ellas con el objetivo de promover la interdisciplinariedad, permitiendo que cada rama se nutra y aprenda del resto, y generando una conexión entre las personas que va más allá de la simple cohabitación del espacio. 
Los espacios se encuentran interconectados, lo que genera una fluidez de uso que permite que todos los elementos funcionen en perfecta sintonía. Las habitaciones y el gimnasio se sitúan en la planta inferior, brindándoles el grado de privacidad necesario para un uso cómodo e íntimo de las instalaciones. Las plantas superiores albergan el resto de los usos, como las aulas, el auditorio o la biblioteca, junto con diversas zonas comunes que invitan al encuentro, al intercambio y a la inspiración entre disciplinas. 
El alzado se abre al paisaje, revelando el pulso interior del edificio: su ritmo, su vibración. Las cajas de ensayo emergen suspendidas, proyectándose hacia la naturaleza. Cada aula incorpora una zona de inspiración, conectada con el entorno, para que quienes la habitan puedan desarrollar su arte y cultivar la innovación desde la emoción, la intuición y la sensibilidad  

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